domingo, 6 de noviembre de 2022

Carl Sagan

 



Cierto día en la estación de trenes de Washington, un mozo ayudó a Carl Sagan con su equipaje, como hacía con cualesquiera otros pasajeros. Sin embargo, cuando Sagan sacó su billetera para darle la propina de rigor, el mozo hizo un gesto de rechazo. Aunque lo relevante de la anécdota no es el gesto en sí, sino la frase con que el mozo lo acompañó: "Guarde su dinero, señor Sagan. Usted ya me ha dado el universo"

La anécdota es muy famosa y habla por sí misma del papel que tuvo Carl Sagan en nuestra cultura. Ningún otro divulgador científico ha sabido pulsar tan bien los resortes de la imaginación colectiva. Quizá se debiera a aquella característica tan suya: la capacidad para experimentar y compartir un extático asombro ante la magnitud y complejidad del universo. Un entusiasmo que resultaba contagioso y al que él llamaba el "sentido de lo maravilloso" Gracias a Sagan y sobre todo a su serie televisiva Cosmos: Un viaje personal, muchas personas experimentaron ese sentido de lo maravilloso junto a él. Especialmente quienes tuvieron la suerte de verla por primera vez durante la tierna infancia: Carl Sagan era como el mago que abría el baúl de los grandes secretos ante nuestros ojos y desvelaba prodigios que parecían fantásticos, pero que no pertenecían al ámbito de las novelas o películas de ficción, sino que existían de verdad. Prodigios que estaban allá arriba, sobre nuestras cabezas, o a nuestro alrededor, o incluso dentro de nosotros. Carl Sagan fue sin duda el catalizador de las ensoñaciones cósmicas de toda una generación. Incluso de quienes nunca nos convertimos en científicos, porque teníamos escrito otro destino o sencillamente lo elegimos así, prácticamente no hemos pasado una noche sin alzar la mirada hacia las estrellas y entonces resulta inevitable acordarse de él. Siempre nos quedará la imagen inolvidable de aquella "nave de la imaginación" con forma de semilla emplumada con la que Sagan nos condujo hacia lugares que nunca visitaremos, pero que ya forman parte de nosotros mismos, tan familiares como nuestra propia casa, como el "pálido punto azul" que flota en torno a una estrella cualquiera en un rincón poco destacado de una insignificante galaxia...

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